jueves, 27 de diciembre de 2007
miércoles, 26 de diciembre de 2007
domingo, 23 de diciembre de 2007
Contra la pared
sábado, 22 de diciembre de 2007
non feci mai male ad anima viva!
Con man furtiva
quante miserie conobbi aiutai.
Sempre con fè sincera
la mia preghiera
ai santi tabernacoli salì.
Sempre con fè sincera
diedi fiori agl’altar.
Nell’ora del dolore
perchè, perchè, Signore,
perchè me ne rimuneri così?
Diedi gioielli della Madonna al manto,
e diedi il canto agli astri, al ciel,
che ne ridean più belli.
Nell’ora del dolor
perchè, perchè, Signor,
ah, perchè me ne rimuneri così?
miércoles, 19 de diciembre de 2007
Luego el calor, movimiento,
Luego gota de sudor
Que se hizo vapor, luego viento
Que en un rincón de la rioja
Movió el aspa de un molino
Mientras se pisaba el vino
Que bebió tu boca roja.
Tu boca roja en la mía,
La copa que gira en mi mano,
Y mientras el vino caía
Supe que de algún lejano
Rincón de otra galaxia,
El amor que me darías,
Transformado, volvería
Un día a darte las gracias.
Cada uno da lo que recibe
Y luego recibe lo que da,
Nada es más simple,
No hay otra norma:
Nada se pierde,
Todo se transforma.
El vino que pagué yo,
Con aquel euro italiano
Que había estado en un vagón
Antes de estar en mi mano,
Y antes de eso en torino,
Y antes de torino, en prato,
Donde hicieron mi zapato
Sobre el que caería el vino.
Zapato que en unas horas
Buscaré bajo tu cama
Con las luces de la aurora,
Junto a tus sandalias planas
Que compraste aquella vez
En salvador de bahía,
Donde a otro diste el amor
Que hoy yo te devolvería
Cada uno da lo que recibe
Y luego recibe lo que da,
Nada es más simple,
No hay otra norma:
Nada se pierde,
Todo se transforma.
Todo se transforma. JORGE DREXLER
pastel.
1. adj. Dicho de un color: De tono suave. Una falda de muselina en tonos pastel.
2. m. Masa de harina y manteca, cocida al horno, en que ordinariamente se envuelve crema o dulce, y a veces carne, fruta o pescado.
3. m. Pastelillo de dulce.
4. m. glasto.
5. m. Pasta en forma de bolas o tabletas hecha con las hojas verdes de la hierba pastel, que da un hermoso color azul y sirve también para teñir de negro y otros colores.
6. m. Lápiz compuesto de una materia colorante y agua de goma.
7. m. pintura al pastel.
8. m. En el juego, fullería que consiste en barajar y disponer los naipes de modo que se tome quien los reparte lo principal del juego, o se lo dé a otro su parcial.
9. m. coloq. Convenio secreto entre varias personas, con malos fines o con excesiva transigencia.
10. m. coloq. Beneficios, económicos o de poder, especialmente cuando son susceptibles de reparto.
11. m. coloq. Persona pequeña de cuerpo y muy gorda.
12. m. Impr. Defecto que sale por haber dado demasiada tinta o estar esta muy espesa.
13. m. Impr. Conjunto de letra inútil destinada para fundirse de nuevo.
14. m. Impr. Conjunto de tipos, líneas o planas desordenados.
15. m. Mil. Reducto irregular de cualquier figura acomodada al terreno.
16.n. Cúmulo de emociones que me entregaste aquel día en Milán.
domingo, 16 de diciembre de 2007
martes, 11 de diciembre de 2007
se postergaba como el péndulo de un reloj,
y mientras tanto gemían sus pies
que ansiaban la levedad.
Con unos m
lunes, 10 de diciembre de 2007
A Nuria, por los viejos tiempos
Que las estrellas eran rocío;
domingo, 2 de diciembre de 2007
La bella Otero
Una mañana, una muchacha de Pontevedra, llegaba a París. Había trabajado anteriormente como sirvienta en Santiago de Compostela. Su belleza era fascinante. Aprendió a bailar en un tiempo en que las bailarinas estaban de moda. El siglo terminaba.
Un mediodía de mil novecientos catorce, La Bella Otero ofreció una comida a todas sus amistades. Mandó invitaciones a todas partes de Europa, todos le contestaron y su secretaria leía las cartas de aceptación. Y unos días más tarde, una española, Carolina Otero, reunía en torno a ella a tres reyes, un emperador y al zar de todas las Rusias, en el café de la Paix.
La mujer que enloquecía a los catalanes con sólo cantar y moverse en un tabladillo de Barcelona. Sus amigos más cercanos, poetas y filósofos, parroquianos del Café Pelayo, abandonaban la lectura de Nietzsche y de Ruskin para ver y oír a la Bella Otero.
Antoni Gaudí i Cornet trató de poner en orden sus ideas, en contrapunto con los impulsos de su instinto. Pechos como balcones, gárgolas, torres como agujas hacia el cielo, surgían por aquellos días en los dibujos de Gaudí. En la mesa, en las paredes de su cuarto, en el suelo, se desparramaban los bocetos de una catedral imaginaria, con sus ángeles de piedra. El hombre que ayunaba, el abstinente, el lector de la Biblia, volvió a pensar en la Bella Otero como la antípoda de lo apolíneo y lo geométrico, como un desborde de lo dionisíaco sobre la dictadura de la inteligencia. El cuerpo de la Bella Otero, sus ondulaciones, la presentida temperatura de su piel, eran, para Gaudí, como “el organismo clásico griego que se oponía al sistema teológico del gótico”.
"Con el mundo a mis pies París resultó el hábitat perfecto. Comenzando con el propio Presidente de la República Aristide Briand, le seguiría el Príncipe de Gales, aunque confieso no un gran amante pero generoso. Y así: el Káiser Guillermo II, el Zar Nicolás II, Alberto I de Mónaco, Leopoldo de Bélgica, el Emperador del Japón y según algunos – no diré nada al respecto- el mismisimo Alfonso XIII quien al parecer era muy joven en ese entonces por lo cual habría sido yo su iniciadora sexual"
Ella, era un producto de "la belle époque", poco después era de sobra conocida de todas las mesas. Cuando el crupier hablaba, decía...
-El doce negro.
De 1900 a 1914, Carolina Otero se jugó y perdió la alucinante cantidad de treinta millones de francos oro.
Habían pasado ya, más de cincuenta años y un periodista italiano llegó a ponerse de rodillas ante La Bella Otero suplicándole que se dejase fotografiar.
-¡Nunca!, fue la respuesta contundente, sepa usted que nadie me vera así.
Niza, mayo de 1960. Carmen María, periodista, escribe: La mañana que muera la mujer a quien D'Annunzio envió unos versos, el zar Nicolás sus joyas, el pintor Renoir un retrato, Vanderbih le ofreció un yate y De Dion le regaló el último modelo de su automóvil, sólo un puñado de palomas notarán su falta. La mujer que dominó la "belle époque" no tiene amigos. Sólo las palomas que todas las mañanas se posan en las aceras de la calle Inglaterra saben que en el piso segundo, en la habitación once, hay una mujer mayor,vestida con una bata azul, que todos los días que puede sale al balcón a darles pan mojado en agua. Carolina Rodríguez, la que se muere en una habitación prestada y humilde de Niza. Toda una época que a todos se nos escapa de las manos para la que nunca la conocimos, y que ya duerme en la imaginación de los que la vivieron.