lunes, 1 de febrero de 2010

1 de febrero


Hoy he dado la vuelta a la hoja del calendario de Santi. Ayer, casi después de dos meses de trajines con la pintura postergada de mi habitación, pude colgarlo. Y hoy, sin tiempo a saborear como se merece la vil-la Paquita de Cardedeu, ya ha pasado enero.

Es difícil saber qué colocar en tu habitación, un poeta quizá diría que se resucita un espacio inerte. Durante el colegio mayor tenía las paredes de colores, repletas de recortes, pinturas, carteles... a veces cuando repaso las fotos tomadas en ella me pregunto cómo conseguía dormir ante tanta sobrecarga de información. La stanza de Milán fue como una sala de una galería de arte alternativa: blanca y amplia con sólo una escultura de un maniquí personalizado, del que recuerdo haberme despedido casi con tanto cariño como de mi vieja bici italiana. Después volví a Madrid y a mis 4 inesperadas mudanzas. Es complicado poner algo en las paredes cuando llega un momento en que ni ocupas el armario porque te desplazas con cajas que etiquetan tu existencia en "abrigos", "baño" o "libros" y para cuando conseguí asentarme me conformé con no tener ningún bártulo por en medio. En Barcelona cuando llegué era pronto para definir nada: en Paral-lel me encontré un poster de Mika y uno de Amelie que no duraron ni 2 semanas; en Pescadors sólo los últimos días un cartel de Maillol describió las paredes y estanterías vacías.

Esta vez quería poner algo. Demasiado blanco indefinible, supongo. O demasiado silencio durante tanto tiempo. Pensé en un poster de Saura pero cuando lo fui a recuperar en Burgos descubrí que no era el momento, y sin querer me encontré un poster de Sorolla, un marcalibros de Goya (de hecho creo que mi primera adquisición en la tienda del Prado) y una postal del mejor anuncio que Seat ha hecho hasta el momento (si algún día venís, lo comprenderéis). Una vez decididos los sitios estratégicos pensé que faltaba algo y recordé mi pequeña adquisición de flores inmortales recolectadas en distintas tiendas que han ido navegando conmigo desde la primera mudanza de Madrid y poco a poco han perdido importancia reduciéndose a un simple bulto. Sin embargo, allí seguían intactas, sin una mota de polvo y con ese color que me hizo recordar cuando llevaba broches improvisados al teatro.

Y así, sin más, cuando he vuelto la hoja del calendario, de la misma forma en que ayudaría a una mariposa a batir sus alas, me he encontrado el motivo de Santi de febrero: "flors silvestres" y así, sin más, he comenzado a sentir la primavera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

I'm very pleased that you could enjoy every month the littel watercolour on the calendar.
You are really kind.