Vivimos y soñamos. Creamos. Una nube en forma de flecha nos puede evocar un dragón, aquel trozo áspero de piel, que al combinarse con pluma generó una masa uniforme de fuego y aire que consiguió trasladarse entre castillos medievales y planear por calmas llanuras para rescatar a la salvia de la oscuridad.
En un punto entre la vista y el sueño se encuadró Turner. Contra el academicismo que pugnaba en el siglo XVIII y la perfección de las formas que se creaban a través de minuciosos detalles, él dio pie a través de una veladura, una máscara blanca que empañaba las escenas cotidianas, a su sello propio que más tarde denominaron Romanticismo, ese instante entre el suelo y el cielo.
Las obras que recoge la exposición de El Prado, aparte de darnos una lección histórica de sus contemporáneos nos ayuda a distinguir la huella "Turner", cómo plasmar una atmósfera, una corriente de aire, cómo crear la profundidad sin poder distinguir el mar de la nube,... ese sentimiento de "flotar" constante, conjugado a veces con movimientos vertiginosos que, gracias a las composiciones cónicas te atraen o expulsan inevitablemente.
Lo dicho, muy recomendable.
Si compras la entrada por Internet, son 9 euros. Está hasta el 19 de septiembre.
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