Son una bandada de gorriones los que alegran los días de los adultos y los viejos, una sonrisa perpetua que brilla más que el sol.
Esta tarde del inicio de las temporadas de lluvias, una tormenta de arena naranja ha oscurecido el cielo antes de que cayera una formidable tromba de agua que ha convertido en ríos de barro la tierra de los cultivos. Luego, se ha echado encima la noche rotunda, la oscuridad total.
Amogo, de 16 años, estudiante de secundaria, sólo tiene unas chanclas (prestadas), un pantalón (uno sólo) y, a modo de camisa multiusos, el chubasquero que le regaló un viajero occidental que pasó un buen día por su pueblo.
Djeneba, tranquila e inteligente, explica con una gran sonrisa que sus hijos tienen todo lo que necesitan y no les falta de nada: "Están bien alimentados. Hasta los tres años, les doy leche materna. Después, durante dos más, toman una papillla líquida hecha con mijo, azúcar, cacahuetes y judías. Ingieren un litro al día, medio por la mañana y medio por la noche. Lavamos la ropa sucia con agua y jabón. Tengo esperanza. Estoy tranquila. Los llevamos al colegio para que saquen su diploma." cuenta en francés Djeneba con esa expresión tranquila en la que se mezclan la sabiduría y la inocencia. Y así, Djeneba, la valiente comadrona en el país de los niños, puede presumir de que sus cinco criaturas la han hecho millonaria en el continente más pobre del planeta.
Extracto de Malí (por Eduardo del Campo)
No hay comentarios:
Publicar un comentario