martes, 30 de octubre de 2007

Querido Jose, dos puntos


Después de dos años, voy a estar más de lo que dura una tarde fugaz contigo. Esta vez, por fín, soy yo la que va a buscarte.

Recuerdo que en tu habitación, cuando nos conocimos, tenías partituras colgadas de las paredes y fotos de Man Ray. Me leías párrafos de Anais Nin. Tu cama se elevaba un metro del suelo. Después me enseñaste a respirar la música clásica, me abriste la puerta del teatro y conocí a algunos de tus amigos: unos en persona, otros en anécdota, pero todos siempre tan dispares e interesantes. Habrán pasado ya 5 años cuando te dí mi teléfono y me dijiste que en tu agenda no había nombres y apellidos, sino los nombres con tus calificativos. A mí me inscribiste como Emma Egipcia. Hace poco leí una nota de las que me dejabas en el buzón con tus mimos tintados para que te ayudara a traducir tu currículum al inglés,... y después vino Grecia, Londres, París y no volví a verte hasta muy tarde. Pero aunque después sólo pudiera pasear contigo o tomar un café por unos minutos, parecía que nos hubiéramos visto ayer y que te abrazaría de nuevo mañana.

Todo es fácil a tu lado.



Sencillo,







diferente,


romántico,






inquietante.









Te escribo aquí porque aunque ahora no puedes leerme, sé que me escuchas.

Nos vemos en unas horas, mon petit mon cheriè.



.....II.....

I..........tic...........I

I........tac.....tic........I

I..........tac..........I

....X....

miércoles, 24 de octubre de 2007

Desnuda vertical en el aire



Eolo guardaba en un saquito con un cordel dorado los vientos para mejorar su fluir.

Me estoy balanceando entre nieblas que, a modo de tumbonas, se desatan suspirando en Madrid. Perdona Irene. Tiempo, corcheas, fonambulo (sin tilde). Pero se puede contar hasta 12 y flotar al final del día, estirando el mar con los pies.

Pestañear y cosquillear, la misma cosa cuando estás enamorado.

Los globos son regalos de Eolo, seguro. Me pregunto de quién serán las pompas de jabón.

martes, 16 de octubre de 2007

Enhorabuena Millás




Juan José Millás: Premio Planeta 2007, pero ante todo gran Escritor.


B-52


Una mariposa macho tiene menos envergadura que un B-52, pero es capaz de recorrer decenas de kilómetros, desafiando toda clase de obstáculos, para copular con una mariposa hembra. El B-52, por su parte, recorre miles de kilómetros sin otro objeto que el de amputar los brazos a un crío de 11 años. La mariposa macho perece de amor tras la cópula, mientras que el B-52 regresa sin un rasguño al punto de partida, donde da un trago y vuelve a la carga. No sabemos cuántas mariposas revientan cuando bombardeamos un mercado árabe, pero uno de los últimos proyectiles arrancó de cuajo las alas al pequeño Alí Smain, cuyos muñones se deberían exhibir desde mañana mismo junto a esa imagen en la que los 183 diputados del PP se aplaudían a sí mismos, con una excitación sexual incomprensible, después de haber votado en bloque un sí a la guerra.


Al poco del apareamiento, el abdomen de la mariposa hembra se abre y riega el campo de huevos fecundados. Al poco del arrebato venéreo de los populares, los abdómenes de los B-52 se abrieron y comenzaron a descargar sobre las casas de adobe una lluvia de fuego. La mariposa es el sueño de la oruga como el B-52 es el sueño de Aznar. Cada gusano sueña según sus complejos y la realidad es el resultado de esos sueños. Por cierto, que una cosa envidiable de la mariposa es que puede volar durante la cópula multiplicando así el placer de todos sus sentidos. Si a usted y a mí, pobres mortales ápteros, nos parece que flotamos en el aire al follar, imagínese lo que sería salir por la ventana durante el acoplamiento y tener un orgasmo en la vertical de Bagdad o de Manhattan.


También los B-52 se aparean en pleno vuelo. Quizá lo haya visto usted en la tele y tal vez se le hayan puesto los pelos de punta, como a mí, por la precisión con la que la verga de uno de los dos pájaros metálicos penetra en la abertura húmeda del otro. Sólo que en lugar de descargar sobre él unos gramos de dulce semen, lo llena de gasóleo hasta las cejas para prolongar su vuelo criminal. En este caso, se trata de un acoplamiento incestuoso, contra natura. De hecho, se lo hacen con la nave nodriza, o sea, con la que les amamanta, que es como si se lo hicieran con su puta madre.


EL PAIS, 4-IV-2003

Incierto reparo y recojo


When the time was born and the end was dead.


A veces pienso que las esquinas se inventaron para tropezar. No ves lo que está ocurriendo 90 grados hacia el este, andas con paso firme y rápido en una dirección pero de repente te diriges hacia la derecha. Y quizá alguien en ese momento cruza. Y los dos perdemos el norte. O nos esquivamos.


La radio proyecta imágenes que creemos discernir en nuestro vanidoso intelecto.

lunes, 15 de octubre de 2007

Air


My heart wants to beat like the wings of the birds

that rise from the lake to the trees

My heart wants to sigh like a chime that flies

from a church on a breeze

To laugh like a brook when it trips and falls over

stones on its way
THE SOUND OF MUSIC

jueves, 4 de octubre de 2007

L`orologio fermo alle 7


Su una delle pareti di la mia stanza era appeso un bell’orologio antico che non funzionava più. Le lancette ferme indicavano imperturbabili la solita ora: le sette in punto.

In fondo, quell’orologio fermo era solo un inutile soprammobile su quella parete biancastra e vuota. Eppure vi erano due momenti della giornata, due istanti fugaci, in cui il vecchio orologio pareva risorgere dalle ceneri come l’araba fenice.

Quando tutti gli altri orologi della città, i cucù, i campanili con i gong delle loro campane segnavano le sette, il vecchio orologio riprendeva vita. Due volte al giorno, la mattina e la sera, quell’orologio tornava in completa armonia con il resto dell’universo.

Se guardassimo quell’orologio soltanto in quei due momenti, diremmo che funziona alla perfezione... Invece, passato quel momento, l’orologio perde il passo, rimanendo fedele a quell’ora.

Ecco, io amo quell´orologio perche io somiglio a quell’orologio. Anche io mi sento bloccato in un tempo. Anche io mi sento inchiodato, immobile. In un certo senso, anch’io sono un adorno inutile su una parete vuota.

Ma so che anch’io potrò godere di fugaci istanti in cui, misteriosamente, giunge la mia ora. In quei momenti mi sentirò vivo. Tutto sarà chiaro e il mondo diventerà meraviglioso. Potrò creare, sognare, volare, dire e sentire di più in quei momenti che in tutto il resto del tempo.

Come a quell’orologio, anche a me sfuggiva il tempo degli altri.Passati quei momenti, gli altri orologi che si annidano dentro altri uomini continuavano a girare, mentre io ritornavo alla mia morte statica, al mio lavoro, alle mie chiacchiere da pub, al mio incedere annoiato che sono solito chiamare “vita”.

Ma so che la vita è un’altra cosa. So che la vita vera è la somma di quei momenti che, seppure fugaci, ci consentono di avvertire la sintonia con l’universo. Quasi tutto il mondo, poverino, crede di vivere. Ma esistono soltanto attimi di pienezza, e chi non lo sa e insiste nel voler vivere per sempre, sarà condannato al mondo del grigio, al ripetitivo andare della quotidianità.

Forse tutti viviamo soltanto nell’armonia di quei pochi momenti. Aspetterò che l’ora della vita coincida con la mia ora. E quando arriverà me la voglio godere. Magari poi passa...passa anche troppo in fretta..ma almeno me la sono goduta...

Perciò ti amo, vecchio orologio. Perché io e te siamo la stessa cosa.
GIOVANNI PAPINI
En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas desde casi siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.


Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos en el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.


Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del mundo.Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección... Pero, pasado ese instante, cuando los demás relojes callan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que una vez detuvo su andar.


Y yo amo ese reloj. Y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él.También yo estoy detenido en un tiempo. También yo me siento clavado e inmóvil. También yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.


Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.


La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como mi amigo el reloj, también se me escapa el tiempo de los demás. Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otros hombres, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida.


Pero sé que la vida es otra cosa.Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía del universo.Casi todo el mundo, pobre, cree que vive.Solo hay momentos de plenitud, y aquellos que no lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianidad.


Por eso te amo reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo.