domingo, 17 de enero de 2010

Rodin a Barcelona

650 kilos de bronce parcialmente pulido y perfilado, definido y abrupto.

Así, se sienta El pensador de Rodin frente al amasijo de coches que van y vienen desde un punto a otro, a los individuos que pasean y le miran, que se paran y captan su vista desde abajo. El movimiento frente a la quietud y la imagen de la deliberación que inevitablemente incita a la reflexión del que la contempla.

Desprotegido de cualquier signo de identificación textil, se muestra con su naturalidad sin tapujos. Algunos músculos bien definidos pero la piel con dobleces, traspiés en la materia y en los rasgos.

Desde lo alto de la urbanización se alza un hombre sobre una simple piedra y piensa.






En Rambla Catalunya hasta el 6 de febrero

lunes, 4 de enero de 2010

La catedral del mar



He visto que, a veces, en lugar de llevar la carga a las espaldas, la transportáis atada a palos, entre dos hombres.

- Sí, cuando es demasiado voluminosa para cargarla a la espalda.

- ¿Qué pasaría si duplicáramos la longitud del palo?

- Se rompería.

- Pues eso es lo mismo que pasa con las iglesias de los príncipes... No, no quiero decir que se rompan -añadió tras la expresión del muchacho-; quiero decir que como las quieren tan grandes, tan altas y tan largas, las tienen que hacer muy estrechas. La nuestra será todo lo contrario; no será tan larga, ni tan alta, pero será muy ancha. Algún día, cuando esté terminada lo comprobarás: el espacio será común, no habrá distinciones, y como única decoración: la luz, la luz del Mediterráneo. Nosotros no necesitamos más decoración: sólo el espacio y la luz que entrará por allí. -Berenguer de Montagut señaló el ábside y fue bajando la mano hasta el suelo. Arnau la siguió-. Esta iglesia será para el pueblo, no para mayor gloria de ningún príncipe.

La Catedral del Mar, de Ildefonso Falcones